Política y fútbol en el 1 de mayo de Estambul

El 1 de mayo es muy especial en Turquía. A la reivindicación del Día Internacional de los Trabajadores se une el recuerdo de los 36 muertos (algunas fuentes elevan la cifra a 42, otras la rebajan a 34) en la plaza de Taksim de Estambul el Primero de Mayo de 1977. En un episodio bastante oscuro, se produjeron disparos hacia la multitud desde dos de los tejados de la plaza y, en medio del pánico, la intervención policial provocó una avalancha que terminó en masacre. Luego llegó el golpe de Estado de 1980 y las celebraciones del Primero de Mayo quedaron prohibidas hasta 2010. Desde entonces, tres años de celebración y dos de prohibición. Prohibición que provocó importantes disturbios en 2013 y 2014.

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Afortunadamente pude presenciar en la plaza de Taksim uno de esos primeros de mayo en calma, el de 2012, y allí vi algo que dudo mucho se pueda ver en otro lugar del mundo: cientos de personas, reivindicando una fecha tan señalada con camisetas, bufandas y banderas de los tres grandes equipos de Estambul. Tres aficiones rivales, que han protagonizado muchos incidentes, marchando juntas por la misma causa. Entre las muchas organizaciones allí congregadas (sindicatos, partidos de mil tendencias de izquierda, grupos feministas, kurdos, alevíes…), representantes de diferentes peñas de Galatasaray, Fenerbahçe y Beşiktaş, orgullosos de sus colores y, por encima de todo, de su pertenencia a la clase obrera.

El juicio contra Çarşı

En Turquía no existe una identificación clara entre aficiones y tendencias políticas, aunque sí entre algunos de sus grupos ultras. Uno de los grupos más grandes y ruidosos son los Çarşı (es su logotipo original la A se encierra en un círculo a la manera anarquista) del Beşiktaş. Este grupo no ocupa un fondo sino toda una tribuna lateral del estadio BJK Inönü de Estambul, donde se consiguió batir el récord de decibelios en una grada, en un partido de Champions League contra el Liverpool.

Algunos miembros de Çarşı se han visto envueltos en el último año en un proceso que les acusaba, ni más menos, que de conspirar para dar un golpe de Estado. Todo se remonta a las protestas de 2013 en el parque Gezi contra el gobierno del entonces primer ministro Recep Tayyip Erdoğan. En ellas fueron detenidos varios miembros del grupo y, aunque fueron puestos pronto en libertad, tuvieron que enfrentarse a un juicio y a los cargos de “intentar acabar con el gobierno turco a través de un medio ilegal”. El gobierno turco conseguía que la Fiscalía considerara las protestas de 2013 como un intento de golpe de Estado. El día del juicio, las puertas del tribunal estaban abarrotadas de camisetas del Beşiktaş pero también del Galatasaray, del Fenerbahçe y de otros equipos turcos. Desde entonces, un movimiento de solidaridad se ha despertado entre las aficiones de los equipos de Estambul. Algo que antes de 2013 sólo se podía ver el 1 de mayo.

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En un país en el que el fútbol lo impregna todo, en el que la vida no se vive con tanta pasión como un derbi, las aficiones de los principales equipos se han unido para hacer frente a un gobierno cada vez más autoritario. Ya lo hacían por un día durante el breve periodo en que la celebración del Primero de Mayo estuvo permitida, para sorpresa mayúscula de los extranjeros que por allí pululábamos. Sin embargo, el apoyo de otras aficiones a los ultras del Beşiktaş, ha sorprendido a un país que busca en la solidaridad una manera de frenar a un gobierno despótico.

¿Hay aficiones de izquierdas y aficiones de derechas en España?

Mucha gente tiende a confundir a una afición con sus ultras. Sobre todo cuando se trata de catalogar políticamente a un grupo tan extenso, suele tirarse por el camino más fácil. Así, Sevilla, Celta, Dépor, Rayo y los equipos vascos tendrían aficiones de izquierdas; y Atleti, Real Madrid, Betis y Español tendrían aficiones de derechas. Eso no hay quien se lo crea aunque sea un argumento muy útil para despreciar a una afición rival cuando su supuesta ideología no coincide con la nuestra propia.

Pancarta de la desaparecida sección Red Star

Pancarta de la desaparecida sección Red Star

Para empezar, es cierto que los ultras, por ser los aficionados más ruidosos y entregados en la grada, suelen proferir determinados cánticos que enseguida se identifican con la totalidad del estadio. Así, si cuatro imbéciles se burlan del asesinato de Aitor Zabaleta en el fondo sur del Calderón, se dirá: «en el Calderón se canta no sé qué…» cuando lo cierto es que esos cánticos vienen de una zona muy concreta del estadio y por un reducido número de ¿personas? Pero ahí está, se ha cantado, se ha escuchado y ha trascendido. Y cualquier aficionado colchonero se ha convertido en un individuo que adora a Hitler y se pasa la vida entre partido y partido pegando palizas a extranjeros, homosexuales y rojos. Vaya bobada, ¿no?

Pues sí, pero ese argumento que parece exagerado es el que muchos utilizamos inconscientemente para catalogar a una afición como de izquierdas o de derechas. Que yo sepa, el intento más serio de relacionar colores futbolísticos con colores políticos lo hizo Kiko Llaneras para JotDown en julio de 2014. Y aunque arroja datos interesantes, lógicamente la muestra no es lo suficientemente grande para algunos equipos y no sé si representativa desde el punto de vista geográfico.

Fuente: JotDown/Kiko Llaneras

Fuente: JotDown/Kiko Llaneras

Porque el factor geográfico es fundamental. Quizá no para el Barça o el Madrid, que tienen a su afición repartida por toda la geografía española pero sí para equipos cuya afición se concentra en una ciudad o en una provincia. Incluso supongo que las aficiones de las dos multinacionales del fútbol español serán más o menos fieles a la realidad electoral de sus ciudades de origen. De perogrullo: será más fácil encontrar a un culé que vote a CiU en Barcelona que en Córdoba o a un madridista pepero en Madrid que en Guipuzcoa. Entonces, ¿la ideología no tiene ninguna influencia en el equipo del que uno sea?

Pues creo que no del todo. Al menos a partir de los datos del estudio de Llaneras, donde se puede observar, por ejemplo, el bajo porcentaje de votantes del PP entre los aficionados al Barça o la alta representatividad de votantes de izquierda entre la afición del Atlético de Madrid. Lo primero puede explicarse por el hecho de que el PP es la cuarta fuerza política en Cataluña; lo segundo parece tener más difícil explicación. O no. Igual eso que dice Simeone de que el Atleti es el equipo del pueblo no es nada nuevo.

En todo caso y después de dedicar un artículo entero a la posibilidad de relacionar la afición a un equipo de fútbol con la simpatía política, he de reconocer que cada vez me creo menos que haya aficiones de izquierdas y aficiones de derechas.